
Cuando una casa está deteriorada, lo razonable es repararla. Pero cuando la falta de mantenimiento es muy marcada, puede tener más sentido demolerla y comenzar una construcción nueva.
Algo así ocurre con el sistema económico argentino, siempre alcanzando nuevos máximos de intervención estatal, presión impositiva y asfixia al sector privado. Es tal su deterioro, que intentar arreglarlo de forma parcial y gradual no solo sería un camino de sinsabores, sino que aseguraría un nuevo fracaso.
Alfonsín pudo intentar corregir un sistema económico que ya venía mal, pero prefirió agudizar su tendencia estatizante; terminó escapando de su cargo antes de lo previsto en medio de una hiperinflación. Menem comprendió que el sistema no daba más de sí y lo cambió de raíz; consiguió los mayores éxitos en décadas. De la Rúa quiso continuar el camino iniciado por Menem, pero la deslealtad de muchos correligionarios y su debilidad política generaron desorden primero y caos después.
Hasta el año pasado, para las elecciones presidenciales de 2023 se anticipaban las mismas dos alternativas que en 2019: una gestión de buenas maneras, pero sin resultados ni convicción; o seguir construyendo la “patria socialista del siglo XXI”. Guatemala o guatepeor.
Su rencor hacia Menem llevó a Duhalde a terminar con la convertibilidad, que junto con la irresponsable cesación de pagos decidida días antes por Rodríguez Saá, facilitaron la puesta en marcha del plan kirchnerista, de una “patria socialista”. Macri no entendió que su misión era desandar todo lo posible el avance del Estado; a su inclinación ingenieril (hacer las cosas con eficiencia), le faltó una visión política (qué cosas hacer; hacia dónde ir). Visión que no tiene, como puede comprobarse con la lectura de su libro “Primer tiempo”.
Hasta el año pasado, para las elecciones presidenciales de 2023 se anticipaban las mismas dos alternativas que en 2019: una gestión de buenas maneras, pero sin resultados ni convicción; o seguir construyendo la “patria socialista del siglo XXI”. Guatemala o guatepeor. Eso cambió tras la elección de Javier Milei como diputado y su acelerada construcción de un liderazgo nacional.
Milei tiene el diagnóstico correcto: este sistema económico, además de ser totalmente contrario al espíritu alberdiano de la Constitución de 1853, no puede ni debe ser reparado. Tiene que ser reemplazado. Además, Milei acierta en poner el foco en la cuestión monetaria: sin extirpar ese tumor maligno que llamamos peso, es ingenuo pensar que lo demás pueda arreglarse. Sin una moneda estable no es posible ahorrar, ni invertir, ni hacer contratos. La clase política argentina ha dado sobradas muestras de su incapacidad para proveer una moneda digna de tal nombre. Dejemos entonces que la gente use la moneda de su preferencia.
Milei no es apenas un economista con ideas para lograr la estabilidad de precios y bajar el desempleo. Tiene una visión coherente y global de la sociedad y su funcionamiento, basada en la libertad individual y la cooperación social voluntaria. La acción política debe basarse en ideas, y para que la acción sea coherente, las ideas también deben serlo. Ese es el punto fuerte de Milei; esa es la debilidad incapacitante de Juntos por el Cambio.
Sin una moneda estable no es posible ahorrar, ni invertir, ni hacer contratos. La clase política argentina ha dado sobradas muestras de su incapacidad para proveer una moneda digna de tal nombre. Dejemos entonces que la gente use la moneda de su preferencia.
Milei ofrece ideas ya probadas, que generaron prosperidad allí donde se aplicaron. Incluso en Argentina, en los años de Roca, Pellegrini y otros próceres. Por eso, con Milei no hay ningún salto al vacío; hay un retorno al mejor pensamiento nacional. Por eso, además del ataque personal, intentarán criticarlo con otras cosas. Por ejemplo, dirán que no tiene “estructura”. ¿Qué estructura tenía Néstor Kirchner, que venía de una provincia con menos habitantes que el barrio de Palermo de Buenos Aires, a quien Duhalde pensaba manejar como a un títere? Primero es el poder, desde allí se construye la estructura.
El PBI per cápita argentino prácticamente no creció en 15 años. Volver a confiar en los mismos que consiguieron nuestros paupérrimos resultados para que arreglen el actual caos económico, además, con las mismas ideas fracasadas, sería un caso de masoquismo colectivo difícil de explicar.
Medido a precios constantes, el PBI per cápita argentino prácticamente no creció en 15 años. Mientras, en Perú y Uruguay creció cerca del 50%, en Chile y Colombia cerca del 30% y en Brasil un 13%. Volver a confiar en los mismos que consiguieron nuestros paupérrimos resultados para que arreglen el actual caos económico, además, con las mismas ideas fracasadas, sería un caso de masoquismo colectivo difícil de explicar. Y difícil de perdonarnos.
Articulo escrito por Diego Barceló Larran para Faro Argentino